ALFONSINA STORNI

Alfonsina Storni: Una vida de letras

storni1

El mar fue el testigo de la desventura de una mujer, cuyo talento innato para expresar en palabras los sentimientos más profundos de los seres humanos no pudo acallar la tristeza que la llevo a tomar la decisión más difícil de su vida, eligiendo las costas de Mar del Plata como escenario final de su existencia terrenal.

Ese final que ha sido tan bien plasmado en una sencilla pero emotiva zamba compuesta por Ariel Ramírez y Félix Luna, y que popularizó con su voz la gran Mercedes Sosa, en la que se plantea la inquietud sobre la desaparición de la artista, preguntándole a ella misma cuáles son los nuevos poemas que ha ido a buscar.

Es que la incertidumbre y las inquietudes ante el suicidio de Alfonsina Storni aún hoy, después de que transcurrieran más de siete décadas de aquella trágica muerte, continúan surgiendo una y otra vez, y son respondidas con argumentos nacidos en el imaginario nacional, porque nadie puede explicarse que su vida haya concluido de esa manera.

Se supone que un artista logra exorcizar sus demonios a través de su arte. Por lo menos es lo que consideran muchos que sucede a través de la magia del verdadero talento artístico.

Sin embargo, las palabras que inundaban constantemente la mente de Alfonsina, y que fueron magistralmente utilizada en los miles de hermosos poemas compuestos de su puño y letra, no le alcanzaron para luchar contra la triste realidad de su vida. 

Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido

Alfonsina Storni nació el 29 de mayo de 1892 en la ciudad Sala Capriasca, de Suiza, siendo la hija menor del matrimonio conformado por Alfonso Storni y Paulina Martignoni, quienes además tenían dos hijos llamados María y Romero

Su familia había estado previamente asentada durante un tiempo en la provincia argentina de San Juan, hasta el año 1880 en que decidieron volver a Suiza, por ello Alfonsina nació en aquel país europeo, aunque existen algunas versiones que indican que podría haber llegado a nacer en altamar el 22 de mayo, y que en realidad fue anotada días después.

Lo cierto es que su nombre fue elegido por su padre, y según ella misma afirmaba: “Me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo”.

Cuando tenía 4 años de edad, Alfonsina llegó con sus padres a la provincia de San Juan, donde realizó sus estudios y paralelamente comenzó a surgir el talento innato de la que se convertiría en una de las más grandes literatas del país.

Pero San Juan no sería el lugar definitivo de Alfonsina, ya que en el año 1901, poco después de que naciera su hermano menor llamado Hildo Alberto, con quien la poetisa establecería una relación de cariño y protección, la familia se trasladó a la ciudad de Rosario.

Allí, su madre inauguró una humilde y pequeña academia en la que ofrecía clases particulares en distintas áreas, y ese pasó a ser el sostén principal de la familia, por lo cual comenzaron los tiempos duros, en los que la economía que manejaban los Storni los ubicó en el umbral de la pobreza.

Debido a esto, Alfonsina debió abandonar sus estudios y comenzar a trabajar como lava platos, cuando sólo tenía diez años.

La situación de su familia empeoraba cada vez más, y su padre, entregado a la bebida, comenzó a transitar un declive que lo llevaría a la muerte. En este entorno de tristezas e impotencias fue donde se desarrolló la poetisa, quizás intentando canalizar su pesar en las letras.

Un giro del destino hizo que Alfonsina fuera requerida por la compañía teatral de Manuel Cordero, y posteriormente contratada por la compañía de José Tallavi. Con aquel trabajo de actriz, la joven y su familia recorrieron el interior del país y pudieron salir momentáneamente de aquella dura situación económica.

A partir de ese momento comenzó no sólo la independización de Alfonsina sino también su producción literaria, que transitaba por los versos de las poesías y la prosa de las obras de teatro. Además se desenvolvía como profesora particular de recitado y buenos modales.

Esto le permitió finalizar sus estudios de docente en la carrera de maestro rural en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales. Fue en aquel momento que conoció a Emilia Pérez de la Barra, su profesora de la cátedra de Idioma Nacional, quien la estimuló a trabajar duro en la producción literaria, ya que había descubierto el gran talento que Alfonsina tenía para las letras.

Poco después decidió mudarse a la ciudad de Buenos Aires, precisamente en el año 1911, momento en que daría a luz a su hijo Alejandro, siendo madre soltera.

En Buenos Aires trabajó en diversos oficios, desde cajera de farmacia, empleada de tienda, hasta como docente en la Escuela para Niños Débiles del Parque Chacabuco, institución educativa destina a niños pobres que se encontraban en situación de raquitismo.

Mientras tanto, Alfonsina jamás abandonó su creación, e incluso comenzó a publicar algunos escritos en la revista Caras y Caretas, y la redacción de avisos publicitarios y cartas comerciales para la compañía de importación de aceite Freixas Hermanos.

Fue durante su paso por la revista Caras y Caretas que Alfonsina tuvo la posibilidad de establecer amistad con importantes escritores del país, como es el caso de José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Ugarte. Además, durante sus frecuentes viajes a Montevideo, Uruguay, trabó amistad con la poetisa Juana de Ibarbourou y el escritor Horacio Quiroga.

La amistad con el literato fue realmente profunda y era frecuente verlos juntos, por lo que muchos comenzaron a especular con la posibilidad de que existía entre ambos una relación amorosa, aunque esto jamás se supo con certeza. 

Te invitamos a leer el artículos titulado “Alfonsina Storni: La poesía como respuesta” para conocer más acerca de su vida.

Olvido y fuga

 

del blog http://lospalabristasdeh.blogspot.com.ar/

 

Olvido y fuga


Asmara Gay


1
Ella abre la boca,
silencio,
olvida que la memoria escapó
en la fuga de los pies pequeños.

2
Olvido y fuga,
le digo a la sombra,
olvido y fuga
esta noche doblada por el viento.

3
sombra de sombras bulliciosas
sombra de sombras sobre la columna
herrumbrosa de la memoria

4
Esta noche
la sombra y yo
iremos al pozo del pensamiento

5
que nada tiene
mas que esquirlas verdes
estelas sin nombres
sin perfume
sin pasos

6
Mis pasos, sus pasos,
sus ojos, mis ojos,
se encuentran en un rato sereno.

7
Pero no puede hablar, dejó la voz colgada en un grito. Un instante solo, un instante de pies pequeños, donde la clara oscuridad es tan confusa como los sentimientos de aquellos ojos. Todo o nada, dice la niña. Todo o nada se ha perdido en décadas de sueño.

8
ella camina lento
ella un misterio verde
ella espiral de barcos echando raíces

9
ella y yo
yo en ella
miedo de las dos
camino del espejo

10
Dejemos el pensamiento y la memoria, dejemos el instante y los pasos pequeños, ya no seré lo que fuimos. Mi pie es un ancla sin peso.

palabristas1

palabristas2

 

Frederic Leighton (English painter, sculptor, illustrator & writer) 1830 – 1896

Joselu: profesor de Secundaria

«No elegí ser profesor«
«Un aula es una radiografía de la especie humana«
«La Literatura será solo para unos pocos«
«…somos un país mediano, con bastantes aspectos de pobreza
Decía Paulo Freire, educador y pedagogo brasileño, que la enseñanza exige compromiso. El maestro no puede ser un simple transmisor de conocimientos que con el tiempo pierdan su vigencia. Precisamente, esa es una de las premisas de José Luis González Varela, quien se esfuerza por crear el entorno educativo adecuado para propiciar en sus alumnos una conciencia crítica.
Imagen
Joselu, como se le conoce en las redes sociales, imparte Lengua y Literatura Española en el Instituto María Aurélia Capmany de Barcelona, España. Esta institución recibe un gran número de estudiantes inmigrantes procedentes fundamentalmente de Marruecos y América Latina.
   En su blog Profesor en la Secundaria, Joselu describe las vivencias y preocupaciones que bien pudieran coincidir con el quehacer de cualquier educador, independientemente del país donde viva. También muestra su pasión por los valores primordiales que el ser humano debería defender.
   ¿Por qué decidiste ser maestro?
   No elegí ser profesor. Fue la única salida que tenían mis estudios de Filología y así me vino impuesto por la realidad. Cuando yo estudiaba, nunca pensé en ser profesor. Me gustaba la literatura y leer, pero no imaginaba que estaría en un aula frente a alumnos. Sin embargo, cuando tuve que hacerlo, me di cuenta de que me gustaba, especialmente al empezar a dar clases en la enseñanza pública. Estuve dos años en la privada, pero no guardo un gran recuerdo de aquello. Mi epifanía como profesor tuvo lugar en un pueblo de Barcelona, donde fui consciente de la pasión que despertaba en mí ser profesor.
   Esta frase la he tomado de uno de tus comentarios: «Como profesores tenemos una responsabilidad, la de alumbrar humanamente a nuestros alumnos además de enseñarles materias». ¿Cómo pones en práctica esta idea?
   ¿Que cómo la pongo en práctica? Como puedo. Intentarlo lo intento, pero nuestra voz no llega necesariamente a sus destinatarios. Nos separa ese estado de confusión que es la adolescencia en que todo se ve desenfocado. A veces logramos alumbrar humanamente a nuestros alumnos y otras no lo hacemos. No podemos, bien sea porque el profesor no tiene la potencia suficiente debido a que está en crisis o porque los alumnos no están en onda para captar nuestros mensajes. Entre los alumnos hay de todo, existen todas las calidades humanas posibles. Los hay maravillosos, tenaces, sedientos de saber, y también los hay rastreros, envidiosos, llenos de malos sentimientos. Un aula es una radiografía de la especie humana. Quizás todavía viven un momento en el que pueden ser influidos, pero dudo que esto sea posible si no hay una predisposición del ánimo para recibir ese intento de alumbramiento.
  También has comentado que «los alumnos de hoy tienen menos capacidad interpretativa, menos paciencia, menos concentración, son un desastre expresivo y ortográfico». ¿Qué futuro le ves entonces a la enseñanza de la Literatura en las escuelas?
   Pues no muy buena. Leer no gusta en general. Hay muchos artilugios que captan más su atención que un humilde libro con mensajes más o menos críticos. Es más sugerente la play, la Xbox, el móvil, la nintendo, los videojuegos en general. La literatura será solo para unos pocos. A mis alumnos de bachillerato no les entusiasma la literatura, ni se compran los libros de lectura. Eso ha pasado a la historia. Todo esto no impide que nosotros como profesores sigamos intentándolo. Es nuestro deber urdir estrategias para conseguir llevarles a la lectura. Pero me has preguntado y he sido sincero.
   La era digital brinda herramientas a quienes nos hemos propuesto educar a las nuevas generaciones. ¿Entre tantas aplicaciones y aparatos tecnológicos, cuáles utilizarías para tus clases de Literatura? ¿Cuáles desecharías definitivamente?
   Yo me sirvo de Edmodo para comunicarme con mis alumnos. Allí les cuelgo las tareas, los materiales, mis mensajes, los exámenes (que se pueden responder online)… Les hago componer glogs y a veces uso los blogs con mucho aprovechamiento. Alguna vez, los wikis. Por supuesto también utilizo el correo electrónico. Hay muchas aplicaciones interesantes. En cuanto a desechar, no sé. Lo cierto es que antes empleaba mucho el blog de la clase, pero he dejado de tener tanto interés como al principio cuando iniciábamos el camino. Yo los empecé a utilizar hace siete años cuando todavía era novedad.
   Has escrito sobre el desinterés que muestran algunos de tus alumnos inmigrantes. ¿Será la manera en que protestan por encontrarse lejos de sus países de origen o tendrá que ver con sus carencias educativas?
   Yo no sé si he dicho (creo que no) que mis alumnos inmigrantes muestren desinterés. Hay de todo. Hay niños extraordinarios, tenaces y luchadores y hay otros que son todo lo contrario, como entre los españoles que no son precisamente un ejemplo de valores positivos. En mi instituto, el sesenta por ciento o más es inmigrante. Y no me encuentro a disgusto. He reflexionado intensamente sobre las chicas y el islam en algunos post de mi blog. Es un tema que me ha interesado mucho. En mi centro hay una buena integración de los inmigrantes. No son extraños.
   ¿De qué países son tus alumnos inmigrantes?
 Sobre todo de Marruecos. También de países como Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina, República Dominicana. Hay algunos pakistaníes, georgianos, chinos, portugueses.
 ¿Cuál es tu percepción sobre los procesos migratorios? ¿Ha cambiado tu visión sobre este tema cuando, una vez más en la historia de España, muchos de tus compatriotas se han visto obligados a emigrar?
   Supongo que durante años pensamos que solo éramos un país receptor de flujos migratorios y ahora vemos que somos nosotros, nuestros hijos, los que tienen que emigrar. Es una buena lección. Sí, ha sido toda una experiencia que nos ha llevado de cierta prepotencia a saber realmente dónde estamos en el mundo. Y lo cierto es que somos un país mediano, con bastantes aspectos de pobreza.
   En tu blog se percibe un alto grado de nostalgia por el pasado. Sin embargo, me gustaría que te pusieras en el lugar de los jóvenes. Imagina que tienes 20 años. ¿De qué manera actuarías ante la modernidad? ¿Qué estilo de vida asumirías?
 
   No sé si de mi blog se desprende un alto grado de nostalgia por el pasado. Mi blog son ocho años y más de 600 post. Mi blog no es una publicación de tesis pedagógicas sino que más bien plasma la evolución existencial de un profesor que asiste a veces con entusiasmo, a veces desgarrado, a su realidad educativa, y la sufre y la goza. He querido reflejar el mundo interno de un profesor desvelándome a veces en lo que ha sido calificado como desnudamiento interior. He pasado depresiones y momentos de éxtasis. En el blog ha ocurrido de todo. Creo que es un blog muy contradictorio del que no puede desprenderse ninguna tesis. Sí, es cierto que he vivido en el pasado experiencias magníficas con mis alumnos, pero no los cambio por los que tengo ahora que me absorben y me dan vida. También es cierto que mi carácter, entre melancólico y exaltado, puede dar la impresión de nostalgia, pero no olvides que los revolucionarios románticos exaltaban el pasado para lanzarse a continuación a las barricadas. La nostalgia es un estado natural del ser humano. Mi hija de catorce años es profundamente nostálgica. Es algo que está presente, pero no es lo único. No me gustaría pensar que mi blog abraza esencialmente la nostalgia. Lo he podido hacer en algún momento, pero no pienso que esa sea su línea fundamental.

Juan Gelman (1930)

Juan Gelman (1930)

DE http://www.poesi.as/

 Lo que pasa

Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como un día de mayo dulcísimo de otoño,
y lo que es más aún, todo mi olvido
para que lo deshagas y dures en la noche, en la
tormenta, en la desgracia,
y más aún, te di mi muerte,
veré subir tu rostro entre el oleaje de las
sombras,

y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo como
un fuego, y me destruyes, me construyes, eres oscura como
la luz.

im_25_alone

OSCURA

   Niños

un niño hunde la mano en su fiebre y saca astros que tira
al aire / y ninguno ve
yo tampoco los veo /
yo sólo veo un niño con fiebre que tiene los ojos cerrados
y ve
animalitos que pasan por el cielo pacen en su temblor
yo no veo esos animalitos /
yo veo al niño que ve animalitos
y me pregunto por qué esto pasa hoy
¿pasaría otra cosa ayer? /
¿se sacaría el niño mucha pena
del alma ayer? / yo sólo sé que el niño tiene fiebre
tiene el alma cerrada y la hunde
en las cenizas que dejará porque ardió
pero ¿es así? / ¿hunde su alma en las cenizas de sí / un
árbol
mira detrás de la ventana al sol
hay sol /
detrás de la ventana hay un árbol en la calle
ahora por la calle pasa un niño con una mano en el bolsillo
del pantalón
está contento y saca la mano del bolsillo
abre la mano y suelta fiebres que ninguno ve
yo tampoco las veo /
yo sólo veo su palma abierta a la luz
y él / ¿qué ve?
¿ve bueyes que tiran del sol?
yo no sé nada /
no sé qué ve el niño de la mano en el pantalón
ni el niño que tiene fiebre y ve los huesos del Atlántico
y los huesos de todos los mares revueltos en su corazón
yo no veo nada / no sé nada
ni sé en qué día nací /
conozco la fecha pero no el día en que nací
¿o ese día es este día en que muero por enésima vez?
¿es este día en que todos los que han muerto
se vuelven a morir conmigo? / ¿o yo con ellos?
¿en esta luz dulcísima y abierta? /
¿y qué hace el niño con esta luz en su palma?
¿mientras todos trabajan para hacer dinero fuera de esta
luz?
¿encerrados afuera de esta luz que es imposible mirar sin
una luz adentro? /
¿sin un amor con pena adentro?
ahora pasan las cartas que nunca me escribiste
hijo / vos / que tanto nacés de esta luz /
tus cartas tienen fiebres de las que no sé nada
y nunca sabré nada /
parecen pajaritos que vuelan con su serenidad
astros que tiraste al aire y ninguno ve /
yo no los veo ni los ve mi dolor inseguro
pensabas en una vida más limpia que ésta
una vida que se podía lavar
tender al sol de tu bondad /
una vida llena de rostros como viajes
¿dónde están esos rostros / esos viajes?
la vida está desnuda como un mar sin orillas
y no puedo volver la vida atrás
llevarla hasta tu cuna
ni llevarla adelante /
yo soy menos real que la mesa donde como
yo como para ser real como el árbol detrás de la ventana
ahora un niño se le paró al lado /
saca la mano del bolsillo del pantalón
abre su palma a la luz
y piensa que la muerte es la muerte
y no más que eso

ninos-fiebre-imagenes

NINOFIEBRE

 Carta

te escribo en una hojita de papel
caída del cuaderno del hijo
con una baca un burro
sumas restas

esta carta que enviaré jamás
tiene delicias y tristezas
y cuando la leías
te ponías muy dulce

porque yo no escribía nada
pero cantaban los pájaros
azules de la izquierda

volaban a tu sombra y callaban
con los ojos abiertos
como memorias en la noche

CARTA

 

firma0jge

Biografía de JUAN GELMAN

Nació en Buenos Aires, en el número 300 de la calle Canning -actualmente Scalabrini Ortiz- en Villa Crespo, un barrio de fuerte identidad judía. Fue el tercer hijo (el único nacido en Argentina) de un matrimonio de inmigrantes judíos ucranianos, José Gelman y Paulina Burichson. Aprendió a leer a los 3 años y pasó su infancia andando en bicicleta, jugando al fútbol y leyendo. Desde niño es simpatizante de Atlanta, el club de fútbol del barrio, donde años después le pondrían su nombre a la biblioteca, algo que él considera «el homenaje más grande de su vida».6 Comenzó a escribir poemas de amor cuando tenía ocho años y publicó el primero a los once (1941) en la revista Rojo y Negro.

Realizó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional Buenos Aires. A los quince años ingresó a la Federación Juvenil Comunista. En 1948 comenzó a estudiar Química en la Universidad de Buenos Aires pero abandonó poco después para dedicarse plenamente a la poesía. Grupo «El pan duro» y la nueva poesía (1955-1967)

En 1955 fue uno de los fundadores del grupo de poetas El pan duro, integrado por jóvenes militantes comunistas que proponían una poesía comprometida y popular y actuaban cooperativamente para publicar y difundir sus trabajos. En 1956 el grupo decidió publicar su primer libro, Violín y otras cuestiones.7

En 1959, influenciado por la Revolución Cubana comenzó a adherir a la vía de la lucha armada en Argentina y a disentir con la postura opuesta del Partido Comunista.

En 1963, durante la presidencia de Guido, fue encarcelado con otros escritores por pertenecer al Partido Comunista en el marco del plan represivo CONINTES, hecho que provocó movimientos de solidaridad y publicaciones de sus poemas en protesta por su detención. Luego de ser liberado abandonó el Partido Comunista para comenzar a vincularse a sectores del peronismo revolucionario.

Con otros jóvenes que también habían abandonado el Partido Comunista como José Luis Mangieri y Juan Carlos Portantiero formó el grupo Nueva Expresión y la editorial La Rosa Blindada que difundía libros de izquierda rechazados por el comunismo ortodoxo.

Actividad como periodista

En 1966 comenzó a trabajar como periodista. Se desempeñó como jefe de redacción de la revista Panorama (1969), secretario de redacción y director del suplemento cultural del diario La Opinión (1971-1973), secretario de redacción de la revista Crisis (1973-1974) y jefe de redacción del diario Noticias (1974).

Militancia en organizaciones guerrilleras libertarias

En 1967, durante la dictadura militar autodenominada Revolución Argentina (1966-1973) se integró a la organización guerrillera recién formada Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), de orientación peronista-guevarista, que realizaban acciones militares y políticas contra ese gobierno. A fines de 1973 pasó a integrar la organización guerrillera Montoneros, de orientación peronista, a raíz de su fusión con las FAR.

Esa organización apoyó críticamente a los gobiernos peronistas de Cámpora (1973), del cual participaron, y el del propio Perón (1973-1974), pero continuó con las acciones armadas, como por ejemplo el asesinato del sindicalista José Ignacio Rucci y, finalmente, decidió su retorno a la clandestinidad. En todo ese período Gelman desempeñó un papel relevante en la acción cultural y de comunicación de las FAR

DE es.wikipedia.org200px-Juan_Gelman_-presidenciagovar-_31JUL07CONTINUARÁ….

 

Murió en México Juan Gelman

A los 83 años, murió en México Juan Gelman

Era considerado uno de los grandes poetas en habla hispana. En 2007 obtuvo el Premio Cervantes. Visitó la Argentina por ultima vez en agosto, cuando presentó su libro Hoy en la Biblioteca Nacional. Una historia marcada por las atrocidades de la última dictadura militar, que desapareció a su hijo, hija y nuera. Autor de más de treinta libros, se encontraba internado en la Ciudad de México, donde vivía desde hace más de 20 años.

 

juan gelman

juan gelman

La caricia perdida

Alfonsina Storni

 

La caricia perdida

caricia

Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos… En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará… rodará…

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

caric

JOSECITO EL CARPINTERO

JOSECITO EL CARPINTERO

Su carpintería estaba a unas ocho cuadras sobre nuestra misma calle. Papá me había mandado con una pequeña notita, me parece que a cobrar un flete de maderas. Me iba de mala gana y refunfuñando, ya que hubiera querido quedarme con mi hermano mayor, Audino, ayudándole a pintar las llantas del camión, que comenzaban a lucir rabiosamente amarillas; pero una vez en camino me divertía ir entretenido con el paseo, en aquella mañana radiante de sol.

Era la penúltima calle del pueblo, de tierra, con no más de una docena de casas a lo largo. Las cuadras estaban alambradas o con tejidos, casi todas sembradas como pequeñas chacras: media cuadra de algodón, un sitio de maíz, huertas con zapallos, mandiocas, arvejas, o pequeñas quintas de duraznos, pomelos, o naranjas. El paisaje se completaba con la brisa y un silencio salpicado de trinos dispersos y apagados. Escuchaba en un ir y venir la propaladora del centro, con frases traslapadas, con un parloteo de ecos inentendibles y lejanos.

El galpón parecía pequeño debajo aquella morera gigantesca y umbrosa, con su copa tan verde y tupida, rodeados además por plantas de pomelos y limoneros, en el sitio detrás de la casa. Empujé el portillo, y no vi de donde surgió un enorme perrazo que en un instante estuvo sobre mí, ladrando embravecido, con sus fauces abiertas, dispuesto a tragarme. Yo con mis ocho años no atiné a nada, paralizado por el terror… Pero, en el salto final quedó congelado en el aire, sujetado por la cadena, que corría a lo largo de una maroma que atravesaba el patio. Luego de forcejear, quejumbroso se volvió al trotecito, a tirarse entre los pomelos caídos debajo de las plantas.

Allí he visto la colosal silueta del carpintero recortada en la puerta, en su acudir presuroso, con sus herramientas en la mano. Adentro un banco de gruesas maderas, mazas, formones, y por todos lados: tablas, tirantes, tacos y sobre todo virutas y aserrín… El polvo en suspenso de tan denso, reflejaba los chorros de luz que entraban por la ventana, por la puerta y por algunos agujeros del techo de chapas…No sé que me dijo mientras volvía a su trabajo. Yo lo miraba cepillar un grueso tirante, ejercitando sus fuertes brazos sin mangas, con brillos de sudor. Detrás en el suelo, una cabriada a medio armar, esperaba seguramente el madero que Josecito estaba aprestando, con tanto fervor que yo lo miraba embelesado, mientras finos rulos surgían del alisado, e iban cubriendo el banco.

Hoy diría que se parecía a Antony Queen, por su aspecto de gigante rubio, pelo ralo, de gesto aquietado, y su modo afable, imponente y campechano. No hablaba mucho, ceñudo, parecía enfadado, pero sorprendía con una risa escueta, que mezquinaba. Esa mañana lo vi reírse, y mucho. Sin querer tropezó con el gato que se había agazapado entre los retazos del suelo. Debe haberle aplastado la cola al pobre. El maullido fue interminable y estremecedor, mientras saltaba como un resorte, del suelo al banco, al estante, y de allí a la ventanita trasera por donde salió como un relámpago, pero antes tumbó un tarro de pintura colorada, que se hizo una pasta en el suelo con el aserrín amontonado. Afuera se debe haber topado con el perrazo, por los ladridos y las disparadas. Josecito entró a reírse sin poder parar por un buen rato, pese a la pérdida de la pintura. Y yo con él; y creo que desde ese día, nos hicimos amigos…

Se advertía que no estaba muy en armonía con la sociedad, al menos con la más cercana; la gente que tenía preeminencia en los estamentos de aquel entonces, en nuestro pueblo, para él acusaba de fallas imperdonables. Que la cooperativa agrícola, que asociaba a más de mil familias de productores agropecuarias, según él estaba arbitrariamente dirigida y había quienes eran perjudicados, mientras que había otros con privilegios de amistad, o de familia, o de otros intereses. Lo mismo pensaba del párroco, que con un par de familias transcendían sobre la moral todo el pueblo y la colonia, y se inmiscuía en todas las decisiones. Esto era como estar en contra de todo, por la absoluta incidencia que tenía en la vida del común de la gente.

Tendría entonces unos cincuenta años, pero manifestaba la inconformidad y rebeldía de la más briosa juventud. Creo que volcaba esa adrenalina en el trabajo, que encaraba con dureza y responsabilidad.

Para los desbastes más gruesos, los cortes más grandes, contaba con el aserradero de la familia de su mujer. Los cuñados disponían de herramientas más pesadas e industriales, por lo que solía ir él allí a hacer esas labores, casi a diario. Pasaba por casa, temprano en las mañanas, a grandes pasos; cargando al hombro un par de tirantes, tablones o distintas maderas, ya que el otro taller estaba a otro tanto de casa, pero al otro lado del pueblo. Para cualquiera hubiera sido una carga más que pesada, pero para su tamaño y su fortaleza, parecía no afectarlo en lo más mínimo, ya que caminaba presto y como si no pesara gran cosa.

Pero había otra razón para tomarse todo ese trabajo. Entre taller y taller, él hacía un pequeño rodeo, tres o cuatro cuadras y pasaba por el bar del Club de bochas, donde Vicente atendía el bar, y si bien a esa hora estaba cerrado, tocaba dos o tres golpecitos, y le abrían para que se desayunara, mandándose al coleto tres copas grandes de fernet Branca, fuerte y puro; que era el combustible imprescindible para iniciar su jornada. Al regreso hacía lo mismo. Su alcoholismo se hizo más y más exigente, se fue agravando; y en pocos años cayó a lo más profundo del pozo. Estuvo muy enfermo y terminó hospitalizado, de donde salió renovado y haciendo votos de que nunca más probaría bebidas blancas… Y poco a poco las fue reemplazando por cervezas. La cantidad que tomaba era proporcional a su tamaño, o a su fuerza. Era increíble. Vaciaba decenas de botellas por día. Pero la verdad parecía que para él eso era el mejor remedio, nunca lo he visto ebrio, ni que le afectara, o al menos, no que se notara.

De tanto en tanto me llamaba para que lo ayudara con sus liquidaciones de impuestos y demás anotaciones. Iba a su casa a la noche, y mientras yo peleaba con sus apuntes, él acarreaba porrones de cerveza desde el “boliche” de la esquina. Me consta que en esas horas tomaba más de una docena. Yo tenía que acompañarlo, pero no le llegaba ni a un décimo. Y él seguía tan fresco y lúcido como siempre.

Era a fines de los años cincuenta y tomó el trabajo de hacer la nueva puerta principal interna del templo parroquial, que casi toda la década estuvo refaccionándose, junto al nuevo campanario que agregaba la nueva elegancia de su afilado pináculo, lo que le confería un depurado estilo neo-gótico, con los relojes y la gran cruz del remate en lo alto. En la inmensa puerta de madera clara, de Raulí chileno, tuvo Josecito que labrar sus ornamentos en relieve: un par de escudos, columnas y capiteles, que cinceló con maestría. Necesitaba que yo le dibujara las formas y los perfiles, para seguirlos luego con sus formones y gubias, y así labrado un perfil dibujaba yo el otro lado, y él los iba terminando. Puse mi pequeño grano de arena, al lado de él, que perdurará creo en ese monumento, por muchísimo tiempo, aunque no lleve allí ninguna firma.

El párroco de aquellos tiempos, el Pbro. Celso Milanessio, patriarca indiscutido de la comarca, en sus gentes y en sus bienes, era el artífice de lo que lograba la comunidad, de él y de los colaboradores más cercanos. Siguiendo su concepción de la remozada imagen del templo, externo e interno en detalles, le ayudé dibujando distintos artefactos, entre ellos candelabros de pared, de lo que aún algo queda; no en sus sitios ni ornamentos, y sin las tulipas originales.

No sé porque Josecito se cansó de tan noble profesión, un verdadero carpintero y ebanista; como dice la zamba… “lindo oficio, ¡Quien lo pudiera tener!”

Así que, un día, decidido, cambió de rubro. Se planteó un giro, una actividad distinta. Fabricar mosaicos. Pasó del día a la noche. ¿Qué podría atraerle un trabajo doblemente duro, exigente, tosco; pasar de la madera tan noble y cálida, a la cal, cemento, arena y a accionar una prensa manual de hacer mosaicos, tirando a músculo puro, el volante de tornillo, para el moldeado de cada pieza; unas doscientas o trescientas veces en el día, para ganar un módico sustento?

La prensa que compró era una máquina vetusta, que reemplazaba la empresa donde yo trabajaba entonces No sólo por vetusta, sino porque esos mosaicos calcáreos ya eran reemplazados por los graníticos y luego por las cerámicas. Pero él siguió con verdadero tesón adelante con su nueva actividad, en buena hora ya que los cambios se dieron despacio, y lo suyo tuvo vigencia muchísimo tiempo.

Hubo veces en que me hizo confidencias de sus años mozos, y de aún después. Confidente yo…, que aún no cumplía los veinte; pero lo escuchaba, porque veía que debía decírselo a alguien… Tenía su lado blando, romántico. Me habló de un gran amor, no sé si de soltero o de casado, sé que por algo aquello era “non sancto”, con una directora de una escuela señera; pero hacía años ella volvió a sus pagos de origen y sólo quedó el olvido. Volvió una vez en un acto conmemorativo de la escuela, muchos años después, por unas pocas horas. Yo la vi en el palco, una señora elegante, distinguida, pero entonces yo no sabía quién era. Era un chico todavía. En cambio él no pudo, no recuerdo por qué; pero lo lamentaba todavía profundamente. Conocer ese aspecto del hombre tan duro que yo veía en el, desde aquella mañana que pisó el gato, me desconcertaba, y al mismo tiempo me alegraba, porque adivinaba un espíritu sensible y en el fondo triste, totalmente humano…

Una tarde me mostró dos varillas de madera dura, secas y griseadas por la intemperie, que estaban entre otras maderas en la pared trasera de la casa, madurándose al sol.

-Son de lapacho- me dijo- lleva años para hacer lo que quiero.- De estos palos van a salir dos tacos de billar que van a ser únicos…, uno es para vos, y el otro para mí…-

Sopesé la madera, me imaginé cómo sería desbastada, pulida, y contrapesada; pero íntimamente dudé que aquello pudiera llegar a ser lo que él prometía…

-Tanteá el peso, cuando esté balanceado, vas a ver…- me decía con los ojos brillantes, ilusionados. Y volvió a depositar las maderas contra la pared… -Pero requieren estacionarse más todavía…-

Pasó mucho, mucho tiempo, y un día los tacos, estuvieron listos; me los enseñó terminados, como había predicho: eran de una sola pieza, no desarmables; pero prometían un golpe como a veces soñamos tener los billaristas, en un taco ideal

-Elegí el tuyo…- dijo pasándome ambos. Pero yo no acepté, y tuvo que darme él uno de los dos.

Jugamos algunas veces juntos en el Círculo, gozándolos ambos. El mío era ligeramente más fino, con más peso atrás. Me dio el mejor. Otro lado suyo era la nobleza…

Pero al tiempo sus salidas no eran más que promesas, excusas, postergaciones. Josecito estaba decayendo. Sé que no se sentía bien, y dejó su empeño para más adelante, cuando volviera a sentirse mejor.

Hasta que un día, años después, me dio también el otro taco.

-Tenelo vos, en cualquier momento te lo pediré prestado…- Sentí un gusto amargo, no en la boca, sino en medio del alma…,-A veces vas a querer cambiar… tenelos, siempre…-

Y siempre fueron mis tacos. Jugué años. A Josecito lo empecé a ver cada vez menos. Luego entré al banco, y tuve que irme y radicarme en otras ciudades, en otras provincias. Fui dejando de jugar, absorbido cada vez más por nuevas obligaciones y otras amistades.

Josecito murió estando yo lejos, incluso me enteré mucho después. Lo sentí mucho, pobre amigo, quizás haya querido verme por última vez, y tal vez yo estaba muy ocupado…

Los tacos los perdí, hace años, y no pude recuperarlos, por más que sigo intentando rastrear su derrotero, le he pedido a amigos que me ayuden, pero sin lograrlo. Habían quedado en la parroquia, en poder del hermano Rogelio; pero un día las mesas se vendieron con todos los tacos. No sólo los míos, varios amigos tenían los suyos en las mismas condiciones. Las mesas y los tacos cambiaron de dueños, una y otra vez, y por el momento no logramos localizarlos.

Me gustaría volver a tener mis tacos, SUS TACOS, como trofeo de amistad, como trofeo de la vida. El hubiera querido que los tuviera SIEMPRE, aquellas maderas nobles, labradas con sus manos toscas, curtidas con honradez.

FIN

Celso H Agretti – Avellaneda SFe; 20 de julio de 2010. (Día del amigo)

PEDACITOS EN VIAJE

-Textos de Eduardo Coiro & Urbano Powell
 
Cerca de la estación de trenes, en terrenos aledaños a las vías alguien guarda un barco tapado por partes con nylon, es del tamaño de un bote de los que utilizan pescadores artesanales que salen a alta mar. Cada vez que paso rumbo a la estación del tren lo veo. Trato de imaginar como llegó hasta ahí.
 
 Cada vez que paso y veo ese barco me encuentro con la misma perplejidad de cuando trato de explicarme como llegue hasta aquí, desde que naufragio, intentando vivir
 
 
 
*
 
 
 
Es la medianoche. Han apagado las luces del vagón para que la gente duerma.
 
 
 
Afuera hay luna plena y un cielo estrellado que ilumina el interior del vagón, dibuja formas extrañas según ingresan las sombras de los árboles altos que bordean cada tanto el recorrido. El hombre lee a Saramago gracias a una débil luz individual. Encuentra una frase que lo sacude: «La culpa es un lobo que se come al hijo después de haber devorado al padre».
 
 
 
Piensa en su padre, nacido en un hogar campesino en la Italia de 1923. Ese sueño que lo sacudió ya anciano: los lobos se comían a sus ovejas y él no podía hacer nada para evitarlo. Así se despertó, de esa cara de espanto de su padre, el hombre no se olvida. Piensa en su padre, en él, en sus hijos. En otros padres con sus hijos. Todos acechados y finalmente devorados por la culpa. El espanto no lo deja dormir.
 
 
 
En los sueños de muchos hay aullidos.
 
  
 
*
 
  
Dos novios se dan un beso en el andén. La chica sube al tren.
 
 
 
Beatriz vuelve a decirle «cuando la gente se quiere ver, se ve».
 
 
 
 Fue la despedida y ocurrió cuando ese hombre que mira era un adolescente de la edad del chico que quedo allí, parado en el andén, viéndola partir.
 
 
  
 
 
*
 
 Después de kilómetros de viaje, con su nariz cerrada por el resfrío, el hombre percibe como se abre paso lentamente un aroma a sopa de vegetales.  
 
Un olor a hogar inunda el aire quieto de su habitación.
 
Ahora puede respirar bastante mejor que en los días anteriores. Se abren sus sentidos; Ese gusto a sopa le trae la voz lejana de su compañera cantando en la cocina…
 
 
 
“Who can buy this wonderfull morning?”
 
“Who can buy this morning to me?”
 
 
 
Desde su voz vuelve a oír el ritmo espontáneo del cuchillo cortando sobre la tabla de madera.
 
Pedacitos y pedacitos que fueron aroma y alimento.
 
Con la cama bañada en sol, el hombre abre sus pulmones y los llena del aire a sopa que flota en la habitación…
 
 
 
“Who can buy this wonderfull morning?”
 
“Who can buy this morning to me?”
 
 
 
Tiene razón. Nadie puede comprarle esta maravillosa mañana, cuando recibió como un golpe benigno del recuerdo ese aroma y esa voz.
 
 
 
*
 
  
 
En el cajón de las fotos sin presente hay una carta escrita a letra cursiva en italiano sobre el papel liviano que se usaba para correo internacional. Pudo traducir apenas el núcleo del mensaje «murió nuestra princesa» pues esta ilegible por partes.  ¿Salió llorada desde Paterno Di Lucania? ¿Su padre la lloró al recibirla?
 
 
 
 
 
*
 
  
 
 
Tokio norte.
 
 
 
 
 
La anciana viene por la calle empujando un changuito de supermercado. Levanta la cortina. Cuando entra saca del changuito a un perrito de tres patas. Adentro  la espera como único habitante visible un gato negro echado sobre una mesa de billar.
 
En el frío de los techos altos unos fantasmas que resisten irse pueden ver como la pequeña anciana cumple todas las mañanas con la secuencia de un ritual los pasos necesarios para abrir ese espacio de nostalgia que tiene la escenografía de un bar con billares.
 
 
 
*
 
 
 
El tren se detendrá pocos minutos. El hombre baja a estirar las piernas.
 
 
 
Cuando volvió a funcionar el tren -se entera en el andén- no había nada fuera de la estación y unos pocos habitantes. Al poco tiempo construyeron una enorme iglesia, que ocupa una manzana completa. La estación tiene su publicidad en una enorme cartelera: «Pare aquí de sufrir», mas abajo se leen horarios de culto para la semana.
 
 
 
El hombre abre una pequeña agenda y anota, espero no necesitarlo -se dice- pero por las dudas se lleva anotado:
 
 
 
«Reunión de los casos imposibles. Domingos 18 horas.»
 
 
 
 
*
 
 
 
 
En el andén una gitana lee las manos de los recién llegados que la aceptan.
 
«Cuídese de la gente que no da nada… y mas aun de los que viven colgados del cuerpo de los otros» -le dice al joven que fui y  prometió no olvidarlo.
 
 
 
  
 
 
*
  
 
 
Un hombre viejo vivía en un vagón abandonado que originalmente fue del ferrocarril Santa Fe.
 
Su hogar y lugar de trabajo era una carbonería que quedaba a 200 metros de la estación terminal del tren de trocha angosta. Fue ferroviario.
 
Fue testigo de años de historia ferroviaria:
 
 
 
«Entre de pibe, era auxiliar de instalaciones, creo que fue en 1952, un poco antes de la muerte de Evita. Y estaba cuando cerraron el taller, cargaron todo en vagones: máquinas, locomotoras, herramientas, todas apiladas como chatarras, había una máquina que permitía girar y agujerear en 360 grados, hermosa, una belleza, se llevaron todo y nunca supimos adonde».
 
 
 
-Decía mientras pesaba leña de quebracho en “La Mulatiere”-  Una balanza que se usaba para pesar carros. Puede pesar de un gramo a 30 toneladas. Se lee en letras de hierro un nombre que expresa la lejanía de quien la fabricó:
 
B. TRAYVOU CONSTRUCTEUR.
 
Durante años fue juntando como un ciruja los objetos ferroviarios que se tiraban a la calle cuando se cerraban ramales y se vaciaban edificios enteros.
 
-Quiero hacer un museo en la estación de Berra donde vive mi familia.
 
 
 
¿La estación que preservo su familia como casa llegará alguna vez a ser un museo ferroviario?
 
¿Será cumplido el sueño de Don Tito?
 
 
 
 
*
 
 
 
Viaja sin respuestas por la vida. El psicólogo que le vuelve a preguntar:
 
 
 
¿Cómo llegaste hasta acá? ¿Cómo?
 
 
 
Y él sin respuesta. Ni siquiera para contestar con una ironía: «en el tren de las 10.40 hs»

 

(CONTINUARÁ)